Declaraciones del Presidente en la dedicación del Monumento Nacional a Cesar Chavez

Keene, CA

11:50 A.M. PDT 

EL PRESIDENTE: ¡Buenos días! ¡Buenos días! (Aplausos.) ¡Sí se puede! (Aplausos.) Gracias. Muchas gracias.

AUDIENCIA: ¡Cuatro años más! ¡Cuatro años más! ¡Cuatro años más!

EL PRESIDENTE: Gracias a todos. Muchas gracias. Estoy verdaderamente agradecido de poder estar aquí hoy. Es un verdadero honor estar aquí con ustedes en este día tan hermoso, un día que lleva mucho tiempo en llegar a hacerse realidad. 

A los miembros de la familia Chávez y aquellos que conocieron y amaron a César; a los hombres y mujeres que han trabajado tanto durante tanto tiempo por preservar este lugar: les quiero decir a todos, gracias.  La dedicación y la perseverancia de ustedes han hecho posible este día de hoy. 

Quiero reconocer a los miembros de mi Administración que han abogado por este proyecto desde su verdadero inicio: el Secretario Ken Salazar, la Secretaria Hilda Solís, Nancy Sutley. (Aplausos.)  Al Gobernador Brown, el Alcalde Villaraigosa -- (aplausos) -- el Congresista Grijalva -- están aquí presentes. Estamos agradecidos por su presencia. Y también quiero reconocer a mi querido amigo, alguien de quien estamos tan orgullosos, Arturo Rodríguez, el presidente vigente de la Unión de Trabajadores Agrícolas (UFW, por sus siglas en inglés). (Aplausos.)

Más que nada, quiero darle las gracias a Helen Chávez. (Aplausos.) En los años venideros, generaciones de estadounidenses llegarán aquí donde estamos actualmente y observarán una muestra de la historia, que es un tributo a un gran hombre y a un gran movimiento.  Pero para Helen, esta siempre será su casa.  Aquí es donde ella luchó por una causa conjuntamente con el hombre a quien amaba; donde crió a ocho hijos y consintió a 31 nietos y a 15 bisnietos. (Aplausos.) Es donde continua viviendo el resto de sus días. 

Así es que, Helen, hoy todos somos tus invitados.  Agradecemos tu hospitalidad, y puedes sentirte en plena libertad de decirnos que nos marchemos en el momento que quieras. (Risas.)

Hoy, La Paz se une a una larga lista de monumentos nacionales, que se extienden desde la Estatua de la Libertad hasta el Gran Cañón, monumentos que cuentan la historia de quienes somos como estadounidenses.  Es una historia de maravillas naturales y de tesoros modernos; de batallas feroces y progreso silencioso.  Pero también es una historia de la gente, de personas determinadas, valientes y llenas de esperanza que siempre han estado dispuestas a dedicar sus vidas a hacer a este país un poco más justo y un poco más libre.

Una de esas personas descansa aquí, debajo de un jardín de rosas al pie de una colina que él acostumbraba a subir para ver la salida del sol.  Así es que hoy celebramos a César Chávez. (Aplausos.)

César sería el primero en decir que este no es un monumento a un solo hombre.  El movimiento que él ayudó a liderar estuvo sostenido por una generación de organizadores que unieron fuerzas y dieron a conocer sus opiniones y exhortaron a otros a hacer lo mismo, incluyendo a la gran Dolores Huerta, que está aquí presente hoy. (Aplausos.) 

Este movimiento consiguió fuerzas de estadounidenses de todas las razas y antecedentes que marcharon y boicotearon juntos en nombre de “La Causa”.  Y siempre estuvo inspirado por los propios trabajadores agrícolas, algunos de quienes se encuentran aquí con nosotros.  Este lugar les pertenece a ustedes también.

Sin embargo, la realidad es que nosotros no estaríamos aquí si no fuese por César.  Habiéndose criado como hijo de trabajadores migratorios que había perdido su casa durante la Gran Depresión, César no fue un hijo fácil para sus padres.  Él se describía a sí mismo como caprichoso. (Risas.) Caprichoso. Su hermano Richard usaba otra palabra para definirlo -- (aplausos) -- testarudo.

Para cuando César llegó al 7° grado, este estimaba que había asistido a 65 escuelas elementales; al seguir los ciclos del cultivo con su familia, trabajar en diversos trabajos, a veces vivir en tiendas de campaña a los lados de las carreteras sin tener electricidad ni agua potable.  No fue una niñez fácil, pero César siempre fue diferente.  Mientras otros muchachos podían identificar los automóviles más populares, él se memorizaba los nombres de los líderes sindicalistas y los políticos. 

Después de servir en la Marina de Guerra de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, César regresó a los campos.  Era una época de muchos cambios en EE.UU. pero, con demasiada frecuencia, ese cambio se definía en términos de guerra y paz; blanco y negro, jóvenes y viejos.  A nadie parecía importarle los trabajadores agrícolas invisibles que recogían los alimentos de la nación, doblados sobre sí mismos bajo el ardiente sol, viviendo en la pobreza, engañados por los dueños de los cultivos, abandonados en su vejez, e incapaces de poder exigir siquiera los derechos más básicos.

Pero a César sí le importaba.  Y, en su propia manera pacífica y elocuente, hizo que esto le importara también a otra gente.  Una marcha que comenzó en Delano con un puñado de activistas -- (aplausos) -- concluyó a 300 millas de distancia en Sacramento con una multitud de 10,000 personas.  (Aplausos.) Un boicot de las uvas caseras que comenzó en California eventualmente obtuvo 17 millones de partidistas en todo el país, lo que obligó a los cultivadores a acceder a algunos de los primeros contratos con los trabajadores agrícolas en la historia.  Donde en un momento hubo desesperanza, César les dio a los trabajadores un motivo de esperanza.  Él dijo que, “Lo que [los cultivadores] no saben es que no se trata de bananas ni de uvas ni de lechuga.  Se trata de la gente".

Se trata de la gente.  Más que salarios más altos o mejores condiciones de trabajo, ese fue el regalo que nos hizo César, un recordatorio de que todos somos hijos de Dios, que toda vida tiene valor y que, según lo dijo uno de sus héroes, el Dr. King, “estamos atrapados en una red inescapable de mutualidad, unidos en un mismo tejido del destino”.

César no creía en ayudar a aquellos que se niegan a ayudarse a sí mismos.  Sin embargo, él sí creía en que, cuando alguien que trabaja 12 horas al día en los campos puede ganar lo suficiente para comprar comida para los suyos y tal vez ahorrar algo para poder comprar su casa, eso hace más fuertes a nuestras comunidades y fomenta nuestra economía completa.

Él creía que, cuando a un trabajador su empleador lo trata con justicia y humanidad, eso le aporta significado a los valores en que se fundó este país, y credibilidad a la idea de que siendo muchos realmente somos uno solo.

Y él creía que, cuando un niño en cualquier lugar de EE.UU. puede soñar más allá de sus circunstancias y trabajar para convertir ese sueño en realidad, eso aporta un poquito más de satisfacción al futuro de todos nosotros. (Aplausos.)

Fue esa visión, esa creencia en el poder de la oportunidad, lo que impulsó a César todos los días de su vida.  Es una visión que indica que, tal vez nunca tuve la oportunidad de obtener una buena educación, pero quiero que mi hija vaya a la universidad.  Tal vez yo comencé trabajando en los campos, pero algún día seré dueño de mi propio negocio.  Tal vez tenga que hacer sacrificios, pero esos sacrificios merecen la pena si eso significa una vida mejor para mi familia.

Esa es la historia de mis antepasados y de los de ustedes.  Es la promesa que ha atraído a generaciones de inmigrantes a nuestras costas desde todos los rincones del mundo, muchas veces corriendo grandes riesgos, atraídos por la idea de que, no importa quién uno sea, la fisonomía que uno tenga, o de donde provenga, este es el lugar donde uno puede tener éxito si lo intenta.  (Aplausos.)

Actualmente, tenemos más trabajo por hacer para cumplir esa promesa.  La recesión de la que estamos tratando de salir está causando estragos, especialmente en las comunidades latinas, que de por sí ya tenían tasas más altas de desempleo y de pobreza.  E, incluso con el progreso que hemos logrado, hay demasiados trabajadores a quienes aun se les niegan los derechos básicos y el simple respeto. Pero, gracias a la fortaleza y la entereza del pueblo americano, estamos logrando progreso.  Nuestros negocios están creando más empleos.  Más estadounidenses están reintegrándose a la fuerza laboral.

Y, a pesar de que todavía tenemos por delante un camino difícil que recorrer, yo sé que podemos seguir yendo adelante todos juntos. (Aplausos.)  Lo sé porque el mismo César trabajó durante 20 años como organizador sin lograr una sola victoria importante.  Piensen en eso. Pero él se negó a darse por vencido o a retractarse de sus sueños.  Él siguió ayunando y marchando y dando su opinión, con la confianza de que su día por fin llegaría. 

Y, cuando finalmente llegó, no quedó satisfecho.  Después de la lucha por conseguir salarios más altos, César presionó para obtener agua potable e indemnización a los trabajadores; planes de pensión y protección contra los pesticidas; siempre en movimiento, siempre luchando por el país que él sabía que podíamos llegar a ser.

Más que todo, eso es lo que yo espero que nuestros hijos y nietos deriven de este lugar. Cada vez que el hijo o la hija de alguien venga a aprender sobre la historia de este movimiento, quiero que sepan que nuestro camino jamás es un camino sin esperanza, y que nuestra labora nunca queda terminada.  Quiero que ellos tengan conocimiento de un hombre pequeño guiado por una fe enorme, en una causa justa, un Dios benevolente, y la dignidad de todo ser humano.  Y quiero que ellos tengan presente que el verdadero valor se da a conocer cuando la noche es oscura y la resistencia es fuerte y de alguna manera encontramos la valentía para defender aquello en lo que creemos.  (Aplausos. 

César escribió una vez una oración para los trabajadores agrícolas que termina con estas palabras:  

Que el Espíritu florezca y crezca;
Para que no nos cansemos entre la lucha 

Nos acordamos de los que han caído por la justicia;
Porque a nosotros han entregado la vida.

Ayúdanos a amar aun a los que nos odian;
Así podremos cambiar el mundo. (Aplausos.)

Nuestro mundo es un lugar mejor porque César Chávez decidió cambiarlo.  Honremos su memoria. Pero aún más importante, emulemos su ejemplo. (Aplausos.)

Muchas gracias, que Dios los bendiga. (Aplausos.) Que Dios bendiga a los Estados Unidos de América. ¡Sí se puede! (Aplausos.)

AUDIENCIA:  ¡Sí se puede! (Aplausos.)

EL PRESIDENTE: ¡Sí se puede! (Aplausos.)

AUDIENCIA: ¡Sí se puede! (Aplausos.)

EL PRESIDENTE: Gracias a todos. (Aplausos.)

 

                                      FIN                                   12:04 P.M. PDT