Traducido del inglés: jueves, 3 de enero, 2013
Por Adam Marcus
NUEVA YORK (Reuters Health) - Un estudio de Australia
realizado en presos demuestra que agregar el antidepresivo
nortriptilina a la terapia habitual para abandonar el hábito de
fumar no aumenta la posibilidad de éxito en el largo plazo.
La depresión y otras enfermedades mentales generan la
posibilidad de fumar, y el intento de dejar de fumar deprime el
ánimo de la persona, lo que a la vez dificulta el tratamiento.
Estudios previos habían demostrado que los antidepresivos,
incluida la nortriptilina, refuerzan el éxito en abandonar
hábito. Y los presos son grandes fumadores, con alta incidencia
de la depresión y otras enfermedades.
Pero el nuevo estudio halló que la nortriptilina (bajo la
marca Aventyl) -que la FDA no aprobó para el tratamiento para
dejar de fumar pero suele utilizarse para eso- no ayudó a los
prisioneros a mantenerse sin fumar.
El cumplimiento del tratamiento fue un gran problema, según
dijo la autora principal, Robyn Richmond, de la Universidad de
Nueva Gales del Sur, Kensington.
Los presos que cumplían al tratamiento como se les indicaba
por lo menos tres cuartas partes del tiempo estipulado eran
mucho más propensos a dejar de fumar que los que no podían
seguir el tratamiento, según indicó Richmond.
La especialista agregó que la población carcelaria estudiada
tendía a migrar, lo que dificultó su control y seguimiento.
"Pensamos que tenemos una población cautiva" en los estudios
carcelarios. "Sin embargo, a la mitad de los prisioneros se los
transfirió a otra cárcel durante el estudio o recibieron la
libertad", explicó Richmond.
El estudio publicado en Addiction incluyó a 425 detenidos
masculinos de las cárceles de Australia. Todos fumaban desde
hacía unos 20 años y más de 23 cigarrillos por día. Casi tres
cuartos habían tratado de dejar de fumar el año anterior.
Todos los participantes realizaron un tratamiento durante 10
semanas con parches de nicotina y dos sesiones de consejería
conductual, más una píldora de nortriptilina o placebo.
El equipo registró el consumo de tabaco a los tres, seis y
12 meses del tratamiento con preguntas a los prisioneros y
determinaciones directas de la exhalación de un derivado del
tabaco, el monóxido de carbono.
A los tres meses, una cuarta parte de los prisioneros que
había utilizado el antidepresivo logró dejar de fumar, comparado
con el 16 por ciento del grupo control. Pero al año, la
abstinencia había disminuido al 11 por ciento de ambos grupos.
FUENTE: Addiction, online 11 de diciembre del 2012.
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